Estaba aburrido. Bien aburrido para ser verdad. Lo bastante para tomar un libro de mas de 400 páginas y darle una oportunidad. No lo tomen a mal, pero me da una pereza agarra un libro en estos momentos, más que nada por trabajo. Quedo hecho bolsa al final de dia y quiero puro descansar. Pero a veces hay que aplicarse, y leer algo. Aunque sea una escoria de lectura.
Bruce Robertson es un policía como pocos hay en esta vida. O eso esperamos: que sean pocos. Verán, Bruce (o Robbo para sus amigos) es parte de las fuerzas policiales de Escocia. Pero Robbo es lejos un modelo del “amigo en el camino”. Bruce es racista, pérfido, manipulador, cochino, infeccioso, masoquista, ególatra y sobretodo, muy, pero que muy corrupto.
Bruce tiene que investigar el asesinato de el hijo de un diplomático negro, pero poco le importa. Esta más ocupado tirándose unas líneas de coca, o jodiendo con prostitutas y mujeres desesperadas o mentalmente inestables. Prefiere irse a los barrios rojos de Ámsterdam que cumplir con su deber. Pero hay un puesto vacante de inspector y Bruce lo quiere. ¡Mierda! Lo merece (según su forma de ver).
Para aumentar más su ego, Bruce pertenece a una sociedad masónica dentro de la policía. Esto hace que tenga acceso a favores de otros miembros y que se sienta más protegido de las fechorías que realiza. Pero varios de esos miembros están tras el mismo ascenso que Bruce. Oh no, no lo van a conseguir.
Para aumentar el stress en la vida de Robbo, su esposa ya no está en casa. Ella se ha ido a casa de su madre, por que a la muy puta se le ha ocurrido enfermarse, y en vez de dedicarse a atender a su marido, se ha ido a cuidarla a ella. Por esto Bruce se limita a andar con ropa sucia y comer mucha comida chatarra. Mucha comida chatarra.
Además de estar solo en casa, la pobre Bruce le pica el culo, en realidad, le pica del pene hasta la rabadilla gracias a un agresivo sarpullido. Prácticamente se esta descamando como si se tratara de pescado seco. A todo esto se le suma una taenia que le crece en las entrañas. Horrible.
El libro se mueve entre las actividades de Bruce. Lo muestra jodiendose a sus compañeros de trabajo, masturbándose en el baño de la estación, tomando alcohol (mucho alcohol), saliendo de juerga, teniendo sesiones de masoquismo y a veces tratando de resolver el caso del negro muerto.
Irvine Welsh nuevamente nos muestra una realidad aumentada, donde ese realismo extremo nos hace preguntar si será verídico lo que uno lee. Porque el libro muestra situaciones brutas, pero brutísimas. Si bien, los personajes de Trainspotting (otro libro de Welsh) tienen momentos repugnantes, no llegan al nivel de Bruce, quien es capaz cometer pedofilia con tal de cagarse a alguien quien considera su enemigo.
Pero el autor lo maneja de base de una mezcla de humor y revelación. Por que las situaciones generan un humor negro y en de cuando en cuando, se revela el pasado del policía. Nadie nace así de cabrón por que sí. Nadie.
Para esto usa dos personajes bastante cercanos en la vida de Bruce: su esposa Caroline (con pocas intervenciones pero bastante reveladoras) y la taenia que le crece en la barriga. Aquí es donde se desataca la imaginación de Welsh. La taenia superpone sus pensamientos a los de su anfitrión de manera bastante gráfica: su texto tapa el del protagonista. Primero no pasa de repetir la palabra “comer”, pero pasa el tiempo y toma conciencia de su existencia y la de su anfitrión.
En definitiva, un libro recomendado para personas que anden con ganas de leer algo único. Puede ser un pelín fuerte, pero divertido. Además, tiene una virtud no menor: Welsh toma escoria y la convierte en arte.