En particular, he revisado la obra de Alan Moore varias veces. Pero este comic en particular tiene una fama bastante mal lograda por los sucesos que se realizan en él. La gran mayoría se acuerda de “The Killing Joke” por el hecho de que el Joker comete una de las infamias más grandes hacia Batman: abusar y dejar lisiada a su amiga y compañera Bárbara Gordon. Sin duda es un punto de inflexión bastante fuerte en la cerrera del encapotado, comparable a lo sucedido en “Muerte en la Familia”, pero la verdad es que los méritos de esta historia van por otro lado.
La obra parte en una noche lluviosa y en donde vemos a Batman entrando a Arkham, el asilo para criminales locos. Recorre un pasillo con infinidad de celdas hasta llegar a la de un sujeto desconocido, que responde a su alias: Joker. Aquí es donde Batman trata de generar en la relación que tiene con su más grande enemigo.
“Hola. Vengo a hablar. He estado pensando últimamente, sobre tú y yo. Sobre lo que va a ocurrirnos al final. Nos mataremos el uno al otro ¿verdad? Puede que me mates. Quizás te mate yo, antes o después. Sólo quería sentir que había intentado hablar las cosas y evitar que ocurran. Por una vez. ¿Me oyes?.
Estoy hablando de la vida y la muerte. Quizás mi muerte… quizás la tuya. No entiendo por qué nuestra relación debe ser tan fatídica. No quiero tu muerte en mis manos.”
Aquí es donde Batman, se da cuenta de que nunca estuvo hablando con el Joker real, si no es más bien un imitador y el verdadero payaso del crimen esta libre por las calles de Gotham. El Joker está fraguando uno de sus planes más macabros que se le ha ocurrido. Tratando de probar la teoría de que “cualquier persona puede volverse loco si tiene un mal día”, Joker le dispara a la hija del comisionado Gordon y lo secuestra, sometiéndolo a diversas torturas en un sombrío parque de diversiones.
Batman se lanza en una búsqueda contra el tiempo, para hallar al Joker que mediante “flashback” ve recuerdos de su vida como persona normal, y rescatar a Gordon del mismo destino que en algún momento Joker no pudo huir.
Al momento de su publicación, no había nada a ciencia cierta sobre el origen del mayor villano de Batman. Se sabía que había sido creado por Jerry Robinson y luego rediseñada por el guionista Bill Finger y el dibujante Bob Kane, quien basó el dibujo definitivo del personaje en fotografías que Finger le entregó, del actor Conrad Veidt de la adaptación fílmica de “El hombre que ríe”, todo esto para el numero uno de Batman. Pero el origen del villano en si no se había revelado hasta ahora.
Alan Moore rescata a otro personaje clásico de DC Comics, el llamado “Capucha Roja”, y lo conecta con la de un ingeniero/comediante que trata de salir adelante junto a su embarazada esposa. Tratando de conseguir dinero fácil, se alía junto a dos criminales de poca monta, los que necesita de su ayuda para robar en la fábrica de naipes en la que trabajaba. Para mantenerlo en el anonimato, sus improvisados secuaces lo visten con el traje de “Capucha Roja”, pero algo sale mal.
El relato se da vueltas en el presente, donde Batman trata de detener al Joker, y el pasado, donde el mismo Joker ve su pasado mediante recuerdos con transiciones dignas de una película. En eso se destaca en “The Killing Joke”, el ritmo del relato es marcado de acuerdo a lo que pasa y al tono que toma la historia. Así vemos a Batman entrar y llegar a la celda del Joker al principio, todo estructurado en páginas de nueva viñetas cada una. Esta estructura se rompe cuando el relator (que quizás sea el mismo Moore) dice: “estaban dos locos en un manicomio…”.
La frase no es antojadiza. Efectivamente hay dos locos en la habitación del Joker. Dos locos que están tratando de luchar contra su propia naturaleza. El Joker tratando probar una teoría que para él es demasiado elaborada y Batman, tratando de romper la escalada que está llevando frente a su némesis y que en palabras de él, terminara con la muerte de alguno de los dos.
De aquí es donde el sale el título de la obra: “The Killing Joke”, término en ingles que se usa para bromas que son “para morirse” de risa. La broma no es para Batman, ni para Gordon, ni para el Joker. La broma es para el mismo lector, que jura que está ante una historia que afectara a Batman y su relación con el Joker. Una historia tan estremecedora, que nada en el universo volverá a ser igual. Pero no es así.
La verdad es que la idea principal de “The Killing Joke”, como historia, es que a pesar de todos sus intentos, los personajes y sus relaciones no pueden cambiar. Nótese como en el relato, la primera viñeta es igual a la última: las ondas que producen las gotas de lluvias (que además se hace presente en todo el relato). Nada cambio a pesar del intento de Batman de tratar de razonar con el Joker, nada cambio a pesar de que el Joker casi mata a Bárbara Gordon. Todo sigue igual. ¿Por qué?
Porque las ventas no se lo permiten. Los mismos lectores no quieren un final para Batman, ni para el Joker. Están hambrientos por más historias y los dueños de ambos personajes están gustosos de dárselas. Ambos personajes están atrapados por su misma naturaleza, la ficción. Nunca se verá un triunfo definitivo de uno sobre otro. Su vida es así y seguirá así hasta que la editorial quiera lo contrario.
El lugar más palpable para ver este mensaje es la secuencia donde el Joker dispara a Bárbara Gordon y más adelante repite la misma acción frente a Batman. En unas secuencia de 4 viñetas, donde se ve al personaje opositor apuntando, luego un zoom sobre su revólver, la cara de la víctima y el disparo. El resultado de diametralmente opuesto para Barbara y Batman. Mientras que para la hija del comisionado, el resultado del disparo en una bala en su espina dorsal, para Batman es solo un cartelito con la onomatopeya “BANG!”.
No es al azar. Por más que trate, Joker no podrá contra Batman. Por todas estas cosas, no podemos negar que “The Killing Joke”, formalmente, es una sucesión de caminos paralelos y saltos espaciales y temporales que acaban reuniéndose con la llegada de Batman al parque de atracciones en busca del villano de la historia. No podemos negar que los personajes, la estructura y los detalles preparan el camino para un significado que permanece oculto y que a mí se me paso varias veces antes de descubrirlo. Esa es la gracia de esta broma perpetrada hacia el lector por Alan Moore y Brian Bolland. Y como dice un proverbio ingles, “muchas verdades se dicen en broma”.